“ha celebrado mis notas, mis triunfos y hasta mis primeros artículos periodísticos”
Daicar Saladrigas González, 16 de junio de 2001
Querida Daicar: diez años han pasado desde que aquel niño que todavía soy escribiera, sobresaltado y de corrido, un texto que se tituló “Voy a decirle a mi Padre que lo quiero”.
Era sábado 16 de junio de 2001. Todavía éramos estudiantes de periodismo y tú seguro esperabas ansiosa la publicación, pero ni por asomo imaginaste que aquellas letras iban a provocar en mi una sensación de admiración y tristeza.
Aquel día recibí el periódico. Era Día de los Padres. Estabas en portada y el trabajo se llamaba “El, no cualquiera”. Tenía una tipografía cursi, es cierto, pero el contenido era contundente.
Enseguida me dieron ganas de llorar. Me encerré en mi habitación y rumié cada pedazo de tu crónica, sobre todo algunos trozos como estos:
“Lo conocí cuando aún me preparaba –en el vientre de mami- (…) Entonces solo escuchaba su voz, firme y dulce y sentía sus manos, que se empeñaban en ´sentirme´ por encima de la piel protectora de mi primera casa”.
“se ha convertido en mi chofer para llevarme en bicicleta reuniones, acampadas y terminales de trenes”.
La verdad que apretaste, “bailarina frustrada”. Hoy pudiera enseñarte el manuscrito e incluso describirte la escena en la que tomé un lápiz y empecé a escribir lo que sería una especie de réplica.
Daiqui, ¡¡qué cosas tiene la vida!! Y pensar que aquella estudiante de periodismo que eras tú es hoy la directora del semanario Adelante, el mismo rotativo que –bajo tu autorización- publica “La mano que me falta en el hombro”, un remake del texto inicial.
Pero más que todo, cuando sientas el olor a tinta, te estaré agradeciendo infinitamente por propiciar esa bendita catarsis que le ha dado la vuelta al mundo y a mi me ha hecho mejor persona.
Trataré de ser un buen Padre. Te quiero.
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Lea también: Él, no cualquiera, Voy a decirle a mi padre que lo quiero y La mano que me falta en el hombro
Vaya loco, garantizando la dos de la semana que viene¡¡¡¡
Leyendo me percato de todo lo que nos queda por conversar.
Mirando la foto me atrapa nuevamente la nostalgia, la misma que siento cada vez que pienso en las cuatro patas que quiero para la mesa de mis suenos … y de mi vejez.
Te debo una descarga con Tony Ávila.