Escrito por Giselle Hernández
“en cada grano de arena hay un derrumbamiento de montaña”. (Dulce María Loynaz)

No conoces Venecia, yo tampoco. Pero Venecia existe. Es una gran ciudad, ¿quién no lo sabe? Todo el mundo le canta a las grandes ciudades y las inmortaliza para ti, que no conoces Venecia, ni Alcalá, ni París, pero que has escuchado sus canciones, y Plácido Domingo te deslumbra cuando canta “Granada, tierra soñada por mí…”. Y también tú sueñas con ir allá…

Pero ¿quién sabe que Cueto existe, o Manatí, o Levisa? ¿Quién en el mundo? Tú, que vives allá, en cualquier pueblo pequeño; tú, que viajas de allá para acá (y viceversa) porque estudias en esta “gran ciudad”: Santiago, en esta “gran” Universidad: grande, sobre todo, porque sus estudiantes vienen de todas partes y hacia cualquier parte del Oriente van.

Todo lo grande tiene su historia, pero en alguno de sus “Poemas sin nombre”, como sin nombre existen nuestros pequeños pueblos en el mundo, Dulce María Loynaz apunta que “en cada grano de arena hay un derrumbamiento de montaña”. Lo pequeño, también tiene su historia.

Un pueblo pequeño provoca siempre sensación de olvido si no lo has visitado. Cuando oyes mencionar su nombre “absurdo” (Amancio, Soledad), a veces conjeturas que allí es el fin del mundo y que al fin del mundo tú no vas. Entonces, nunca podrás sentirte como en casa de muñecas.

Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, el primer grano de arena, la Primera Villa. Majestuoso el nombre y pequeña la ciudad, Baracoa parece una botella sin lujo echada al mar. También allá, el primer matrimonio cristiano de la isla. Recién casados y juntos los amantes hasta que siete días después ella, hija del primer contador de la población, murió, y la muerte, en verdad, los separó a los dos.

Jiguaní, el pueblo de una sola montaña coronada. Una sola montaña que lo domina todo. Una sola montaña de nostalgias, con el Fuerte español de ayer en ruinas sobre las que hoy caminan los muchachos de allá, y se sienten altos, como sus papalotes.

Florida, Camagüey, fue antes que pueblo, jardín. Y Florida le viene de las flores, y las flores las cultivó allí un patrón de La Florida. Su finca prosperó, y a la par el pueblo, que hoy todavía tiene vestigios de riqueza y sus gentes caminan por las calles, ya no por los canteros, con un orgullo voraz de Patria Chica.

Maisí, escenario de un poema de César Vallejo. “Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: ¡No mueras, te amo tanto! Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo”. Y en sus montañas hubo muchas batallas y soldados muertos. Pero los campesinos cuentan la historia de un guerrillero que cayó abandonado y fue hacia él un hombre, un borracho patriota, que antes tocaba las puertas por un poco de alcohol y aquella vez, tocó por velas para el cubano muerto. Iluminó el cadáver y se acostó a su lado, esa noche, con la botella vacía. “Entonces todos los hombres de la tierra le rodearon…” En la tumba, después, aparecían flores todas las mañanas. Los vecinos conspiran… “es gente de las montañas, gente del “movimiento 26” que está por todas partes”. Y el cadáver “incorporóse lentamente, abrazó al primer hombre, echóse a andar…”.

“Voy a  morir sin ver la nieve, pero te miro cuando llueve…”, nos dice otra canción que nada tiene que ver con Venecia o París, sino contigo, que has de amar lo pequeño como feo, que has de querer lo tuyo, porque es tuyo, y porque eres acaso ese grano de arena que necesita para crecer. Tu pueblo existe, tus amigos lo saben. Y si algún madrileño desconfiado entona para impresionarte “La puerta de Alcalá… mírala, mírala, mírala”,    tararea: “De Alto Cedro voy para Marcané, llego a Cueto voy para Mayarí…”. También alguien inmortaliza tus caminos.

7 thoughts on “Tus dimensiones”
  1. -!Esta hermoso ,hermoso de verdad,?pero creo que no es de Luis?.- sino de Giselle Hernandez.-es o no es?-.

  2. Parece que la línea de autor está pequeñita, el texto no lo hice yo, hubiese querido escribir algo como esto. Gracias a todos de todas formas por la bendita confusión.

    1. La poesía me viene de mi mamá, es decir, del Hernández, pero de mi papá tengo un instinto guerrillero, me enseñó a apoyar los talones en el barro para no resbalar en las montañas. Eso es una gran parte de “Tus dimensiones”, quisiera que la tuvieras en cuenta, él ya no está, que al menos sea una huella en tu blog: me llamo Giselle MÉNDEZ Hernández… ¿Qué tal de vacaciones?

  3. Hermoso texto que remite tambien al sitio donde pase la mayor parte de mi vida. La poesia esta en cualquier parte y la cercania con la autora de este texto me hace tambien de cierto modo ser parte de el. Las dimensiones de las cosas no estan en el tamano, en la amplitud, en el espacio fisico que ocupen… las dimensiones van mas alla, van a la importancia que seamos capaces de atribuirles. He reido y he llorado otra vez con este texto… Gracias Giselle…gracias Luis.

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