Por Eliecer Jiménez Almeida

Era para mi solo un título lejano en la filmografía de Nicolás Guillén Landrián y, de la  noche a la mañana, se convirtió en una realidad realizada. Luis Enrique tuvo la idea y el dinero para ir a Santa Isabel de las Lajas, yo por mi parte no estaba muy convencido de que, con tanta premura, saliera un audiovisual medianamente visible.

La fotografía experimental (no teníamos otra opción), repleta de la poética de Nicolasito, quien es para mí, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo del documental cubano, no podía ser de otro modo. Cámara en mano, como dijera Glauber Rocha y corriendo detrás de las buenas ideas, hicimos más de doscientos planos, muchos de estos, muy buenos.

Filmamos a la manera de Dziga Vertov otro Dios de la cinematografía soviética y mundial. Ese ojo que mira lo real fue la cámara y yo, nada expectante detrás de ella, con una mirada a veces neutra, pero enfocado desde un punto de vista que apuntaba a un diálogo con el documental “Reportaje” de Nicolasito.

Cumplimos el objetivo, los fotogramas se comunicaban con los de Nicolasito. Benny Moré era el protagonista, de forma diferente, está vez en la vida de su pueblo, en los rostros de la gente y en el amor a su recuerdo. Sin embargo, al llegar a la mesa de montaje (nada de mesa, una maquinita con 512 MB de memoria RAM) y descargar lo filmado me percaté de que nada servía, solo el concepto, la idea.

Decepcionado por no haber llevado una cámara profesional, y por no editar en un AVID, sabiendo que mi compañero tenía la posibilidad y responsabilidad como productor, de acceder a mejor tecnología (creo que él tanto como yo, en un inicio, no confió en el alcance de esta obra o, tuvo miedo), quise abandonar en silencio el proyecto.

Un gran amigo y colaborador me aconsejó no dejar a medias lo que con tanto trabajo y dinero habíamos intentado. Lo montamos en tiempo récord para las condiciones tecnológicas que teníamos y justo en el primer corte de edición mi amigo y co-director Luis Enrique Perdomo Silva lo envió a TV Camagüey, donde lo transmitieron y retransmitieron hasta el cansancio.

Yo por mi parte me molesté muchísimo con la decisión unilateral de mi amigo. Además de no estar terminado y de que las imágenes eran defectuosas por una irresponsabilidad en producción, tenía que verlo una y otra vez en la televisión sin poder hacer nada.

Esa misma versión del documental la envió al Festival de TV Camagüey, igualmente sin mi consentimiento. Pasó el tiempo y pasó; yo decidí que esa era una obra menor, uno de esos documentales que uno no quiere mostrarle a nadie ni acordarse de ellos. Y ayer sin proponérmelo ni jamás imaginarlo recibo la noticia de que ganamos el premio de documental del Festival de TV Camagüey.

Como dijera Enrique Pineda Barnet: “paradojas de la vida”. Nadie sabe lo que hace hasta que no lo ve otra persona. Al parecer, mi amigo y co-director Luis Enrique, no perdió la fe y “Reportaje” anuncia sus virtudes más allá de mis prejuicios.

Enhorabuena  “Reportaje” reporta la experiencia de pensar y repensar cómo y con qué hacemos y podemos hacer nuestros audiovisuales. Espero que en el próximo la producción sea lo mejor.

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