Hoy la vi. Sigue igual de bella. Recuerdo cuando bailaba casino y se conmovía con los niños síndrome de Down. Para aquella fecha firmaba sus cartas como teresiana, mientras yo era su “salesiano de Don Bosco”.

El humor nunca es inocente, decía Osvaldo, uno de los jóvenes del grupo que también salió “ileso” de vocaciones sacerdotales y hoy es padre de ¡tres hijos! (otro viene en camino)

Un día, cuando las cosas se complicaron, le dije al cura de la parroquia lo que estaba sucediendo y el sacerdote me inquirió “¿vas a competir con Dios?”.

Pude comprobar con el tiempo como se hizo real aquella profecía: quizá en un sueño, al estilo de Juan Bosco, Alguien me dijo muy dulcemente “Lo siento, Luis Enrique, pero ella se va conmigo”.

Y así fue.

5 thoughts on “Profecía”
  1. Ño, Luisen, yo te secuestrara a ti y a unos cuántos más que conozco e hiciera un periódico independiente para publicar las cosas que hacen en sus blogs, y antes de que nos pudieran frustrar la osadía, los hacía ricos a todos con la ganancia de las ventas, asere. Qué cosa más linda esta, mano, tú eres un ser humano muy humano aunque parezca redundancia. Te quiero mucho, y cada día que te leo me siento más orgullosa de decir que eres mi amigo.

    1. Esa idea de tener un equipo All Stars ya la he tenido desde la Universidad y créeme que un día se hará realidad. Yo escribo desde bien dentro, Tunie, y quizá eso es lo que importa. Tu comentario me ha conmovido y no te preocupes que ya somos dos, porque yo también te he tomado mucho cariño. Como dijera Alberto Cortéz en el disco “Lo cortez no quita lo cabral”: nosotros somos buena gente, por eso debemos tener muchos hijos para que los malos no nos sigan ganando las elecciones”, ja ja ja. Te ailoviu, flaca, y te ailoviu bien. Tu amistad me hace bien. Ahora hago este comentario, luego de llamar a tu casa y estabas malita, espero que te pongas buena.

  2. Esa es la profecía: crear puentes invisibles y pedalear por ellos desde donde estemos hasta llegar a nuestro pueblo de la infancia, tal vez, todavía llegue a tiempo, antes de que las torres dejen de echar humo y muera la ninfa de mis sueños, tal vez llegue a tiempo para sentarnos en el Parque de las Madres y conversar por siete días en aquel mismo banco que nos esperaba algunas tardes.

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