Las lluvias de ayer y el inminente traslado de un moscovich ruso a un tractor con carreta presagiaban una jornada fangosa.

Acostumbrados a coberturas en la “placa”, reuniones, asambleas o plenarias, mis zapatos del diario parecían no aguantar el rigor de un campo de caña, así que a falta de cordones para mis botas me descalcé esta mañana.

Pantalones hasta la rodilla, cuaderno y micrófono acomodados, mientras por debajo de mis pies un ejército de espinas de marabú iba atravesándome y los jóvenes estudiantes ni siquiera lo sospechaban. Era la Escuela al Campo, mi primera cobertura de prensa post vacacional.

En medio del surco, recordé la brisa y las arenas de la playa por donde caminamos una y hasta dos mañanas de octubre, recogiendo caracolas y escribiendo mensajes que luego solo el mar se encargaría de borrar.

De regreso en el estribo, con el fango salpicándome hasta los ojos pero contento de mi gestión reporteril, hice el trasbordo hacia el moscovich, no sin antes lavar un poco aquella sucia realidad.

Al partir, rumbo a mi nueva experiencia periodística municipal, extrañé mis zapatos grises que había olvidado en el tractor, otra vez sentí la brisa por un momento, las olas, el mar…. no me había percatado que debía poner los pies en la tierra.

3 thoughts on “Pies descalzos”

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *