Continúo con la serie, ahora me detengo en la nororiental provincia de Holguín. Se prepara Las Tunas. Pero añado un texto que escribió en Facebook una de las personas que aparecen en la foto, un aperitivo exquisito antes de hacer scroll y leer mas, como dice a continuación…
Lilibeth Alfonso Martínez Si quisiera ser consecuente con los hechos, haría silencio en este tema. No fui de las escribanas del Universitario, ni siquiera de las ocasionales. Eso sí, lo perseguía con fruición y lo devoraba en el poco tiempo de máquina compartida con los cientos de seres voraces de la Facultad de Comunicación y la carrera de Lengua Inglesa.
Entre sus márgenes, desfilaban libres las palabras, con el tumbao del universitario de a pie que a todo le agarra la barba del chiste, que rima risa con cocina, y hace metáforas de imposibles con las croquetas del comedor.
En sus páginas, me imaginé periodista por primera vez, como uno de esos que tienen sabor porque más que reproducir la realidad la manosean, la devuelven trasnochada, con el melao de las fiestas de pasillos, con la irreverencia de quien se siente con las palancas del mundo a la altura de una tecla.
Y es que el Universitario era el universitario, con sus dilemas, sus ires y venires por los pasillos oscuros, las peticiones de siglos que nadie escuchó hasta que la tapa no pudo tapar el pomo, el diccionario becario que todos entendíamos al vuelo, los trabajos para luchar al agüita cada vez que se desaparecía de las gemelas, las noches sin electricidad que transcurrían de todos los colores, con el gordo y su guitarra o el grupito de música tradicional.
Se hablaba de todo. Como todavía los jefes de redacción no eran tales, sólo unos muchachones de trabajo serio pero enamoradizos de cualquier buena idea; los temas eran los que estaban sobre la bola, que si las tesis, los apuros, la mala comida, el transporte, los teatros…
Vivirlo, aunque sea del lado de los lectores, era un privilegio casi tan grande como escribirlo, y ahí viene mi primera excusa, porque quienes sino nosotros fuimos sus protagonistas, objetos-sujetos de esa realidad maravillosa que nunca acaba en el recuerdo.
Karina Marrón González: Bautizada como “K” a secas, fue la correctora titular de UniversitariO digital y tomaba decisiones en el colectivo, debido a su carácter de “echá pa lante”. Rebelde ante el criterio del director, alegre y con dotes de dirigente estudiantil. Se transfiguraba al bailar, era otra persona. Sobre ella pudiera escribir muchas cuartillas. Simplemente alguien especial. Es periodista en el semanario Ahora. Su blog es Espacio Libre.
Abdiel Bermúdez Bermúdez: un poco barco a la hora de cumplir los encargos. Aún así, por unanimidad de la generación histórica del periódico, fue elegido entre los directores de Universitario digital. La frase “¡Abdi pichea tú!” se entronizó en los juegos interfacultades, pero Bermúdez nunca fue periodista de bullpen, menos ahora que es un multipremiado realizador. Baila, canta y come frutas. Redactor reportero en Tele Cristal. No tiene blog por vago que es.
Me dices vago después de tenerme casi un curso completo escribiendo para el Universitario sin dejarme entrar al CRETI (nuestro ponderadísimo laboratorio) porque, lapidariamente hablando, “estás a prueba”. La plaza me la otorgaste, sir directeur, después de mucho bregar entre calamares, tías con brazos de metal y relajitos de leso periodismo, y aprovecharon que Du estaba faja’o con su cibertesis para congratularme con el montículo dictatorial. En aquel entonces nos íbamos todos de madrugada a hacer el periódico del día, a la manera de los cuentapropistas de la Young Age Press. Esto lo comentaré en el documental que planeas con el buen Alejo. Ya tengo cámara hablada, y quizás la K y yo hagamos un mano a mano en eso. No cuesta nada agregar que gracias a ti, a Ericnaldo, Buber, K, Yane, István, la Negra (a quien en estos días bautizaron como Ninfa Ebánica)… y los otros “queridos”, como tú decías, los menos ocambos del periódico también aprendimos a querernos en familia. Un abrazo, Mr. Bean, jajaja.