En Santa Cruz del Sur todo o casi todo tiene un mismo nombre: “Najasa”. El cine, la presa y el río tienen esta identificación, como en Vertientes donde el central, la pizzería, el Hospital y un largo etcétera llevan el título de “Panamá”.
Falta de creatividad, alarde de uniformidad o qué sé yo. No importa. Solo introduzco, me pongo en contexto, después de unos cuantos post deportivos, para seguir con esta serie sobre el documental “La faz de las aguas”, de mi coterráneo Eliecer Jiménez Almeida.
Al río de aquel nombre íbamos a pie, bordeando la costa, luego de dejar las bicicletas en Melilla. El objetivo era tomar unos planos en la desembocadura, uno de los fotogramas imprescindibles en el cortometraje.
Después de desandar unos cuantos kilómetros por aquella geografía costera, por fin divisamos el lugar.
Clavé una rama en la arena y puse mi gorra de los Cardenales de San Luis a la usanza de los exploradores que llegan a la meta, hice un sms en plan “ya llegamos, tamos vivos”, mientras mis colegas se alistaban para filmar y tomar quizá un chapuzón.
Fue allí donde le pregunté a Eliecer y me dijo “vamos a ver si vale la pena”
[youtube http://www.youtube.com/watch?v=qbgueZYMofU?rel=0]
Sin embargo la angulacion de la cámara no daba para demostrar que era el encuentro del río y el mar. Habría que meterse en el agua y hacer el plano desde frente, pero ni la corriente, ni el terreno fangoso y profundo lo permitían.
Tuvimos que regresar con las cámaras semivacías aunque algo conseguimos. Sugerí aquel tronco que parecía una mano humana. William me hizo caso y Eliecer juntó unas imágenes de pesadumbre que luego hicieron mucha falta.
Revisé el presupuesto de producción, ¡ya nos tocaba la merienda! cargué el trípode y estampé mi nombre en la arena. “No hemos terminado”, me dijo el director.
Nos fuimos pedaleando y no en el microbús que se nos ofreció para darnos botella. La historia se repetía nuevamente: íbamos por un plano otra vez.