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Dicen los vertientinos que Bartolomé Maximiliano Moré tuvo entre sus oficios el de limpiabotas. A orillas de su cajón, en el portal de la tienda la Casa Fuerte, no faltaba el trago de ron ni su guitarra y en los ratos libres, que no eran pocos, se ponía a cantar.
De vez en cuando frecuentaba el bar “Dos amigos” o el “Casablanca”, evoca Alberto Oliva León, que recuerda los tres o cuatro sillones de limpiar zapatos y una fonda que era de chinos, adonde el hijo de Virginia iba a saciar su apetito.
COMO FUE, NO SE DECIRTE…
Nuestro municipio también fue significativo para Benny Moré, pues aquí transcurrió su vida como cubano humilde. Además de limpiabotas fue carretillero suplente y cortador de caña.
Enrique Benítez, su fiel compadre, dice que la leyenda musical comenzó aquí, en Vertientes, justamente en el cuarto número nueve del pabellón ocho, en uno de los albergues para obreros del central.
Entonces, la idea de perpetuar su memoria no es patrimonio solo de los habaneros o los lajeros. Así lo corrobora el licenciado Rubén Delgado Fernández, historiador de la ciudad: “En una ocasión propuse construir un bar, acompañado de una escultura consistente en una silueta a relieve de un sombrero y un bastón, también plantee rebautizar el “Teatro del Pueblo” como “Plaza Benny More”, un rincón para la gente de a pie, donde se bebiera aguardiente y se escuchara música con una victrola, pero aquella propuesta se quedó en el papel.”
PERDÍ LA FE…
La idea de construir un lugar en memoria de Benny Moré, pudo materializarse muchos años después, gracias a la Empresa de Servicios. Pablo Bustillo, su director, rememora aquellos duros años del período especial. “Por un lado estaba la necesidad de realzar los ingresos y por el otro el olvido casi permanente hacia la figura del cantautor. Nosotros construimos tres mini restaurantes, un centro de elaboración y una unidad de gastronomía ligera cuyo nombre fue, precisamente, “la esquina o la esquinita del Benny”.
“Siempre fuimos muy celosos con la música, exigimos que se escucharan boleros y canciones del Bárbaro del Ritmo.”
Las condiciones del establecimiento en aquel entonces distaban mucho de lo que acontece en la actualidad “teníamos televisor, ventilador, mesas y ofrecíamos coctelería”, aseguran Pedro Hechevarría y Raúl Torres Cid, dos de los primeros administradores de la unidad.
Con el tiempo “La esquina del Benny” pasó a la Empresa de Comercio, pues el objeto social de la Empresa de Servicios no incluye la gastronomía.
Ahora es “un nombre nada más”, dice Leodan Ginarte, administrador en tránsito de la entidad, -no por gusto de tercera categoría- “solo nos quedan tres banquetas en muy mal estado, las goteras hacen que tengamos que cuidar los productos almacenados, no tenemos música y el local está en peligro de derrumbe prácticamente.”
MI SAOCO
El próximo 24 de agosto Benny Moré hubiera cumplido noventa y un años. No llegó a vivirlos, como muchos hubiéramos querido; pero solo la mitad de ellos le bastó para encumbrarse hasta la cima más alta a la que puede aspirar un artista: el cariño de su pueblo.
En La Habana lo recordaron con el coloquio “Benny Moré, genio de la popularidad” y los bailables que organiza la Promotora Musical que lleva su nombre. Jorge Luis Sánchez, director de la cinta “El Benny”, prepara una serie de capítulos sobre el autor de “Oh, Vida”. En la calle peatonal de San Fernando, en Cienfuegos, cada 60 minutos una pieza del cantante invita a comprobar los relojes, mientras anda hoy perpetuado en bronce, como un transeúnte más, por El Prado de la Perla del Sur.
Y ¿qué sucederá o sucede en su otro rincón querido, que el mismo inmortalizó en aquella canción Vertientes, Camagüey..? La respuesta está a la vuelta de “La Esquina”.