Cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días esperó Florentino Ariza por Fermina Daza, según nos narra el colombiano Gabriel García Márquez, en aquella novela donde se confundían la epidemia del cólera y los síntomas del amor.
Florentino se enamora de Fermina y la corteja desde su adolescencia pero las diferencias sociales y de carácter los separan. Fermina contrae matrimonio con el doctor Juvenal Urbino, sin embargo Florentino continúa amándola durante el resto de la vida a la espera de una oportunidad para poder volver a estar con ella.
Esta paciencia no caracterizó al joven Francisco Álvarez, dependiente de una tienda de ropa en el Vertientes de 1937, enamorado locamente de la dueña del establecimiento, una viuda polaca de apellido Babinsky que, ante los reclamos del español, lo despidió de su puesto.
Esa noche Francisco se emborrachó y dijo a todos que antes de marcharse, Vertientes tendría recuerdos de él. Y así fue:
A la 1:30 de la madrugada de aquel memorable 1937, parte del pueblo ardió, comenzando por el Bar Hatuey, y extendiéndose a los establecimientos restantes de madera, cartón y tejas, reduciendo a cenizas el poblado.
Vertientes no contaba con un cuerpo de bomberos ni existía agua suficiente para hacer frente a las llamas; por lo que fue necesario que el alcalde del barrio pidiera auxilio a Camagüey. A las 5 de la mañana llegó el esperado auxilio, y el pueblo lo recibió con rechiflos y abucheos.
Precisa el historiador Ruben Delgado Fernández que, al mediodía, el fuego estaba dominado, pero se quemaron 43 edificaciones, entre ellas seis bodegas, tres hoteles, dos imprentas, ocho tiendas de ropas, tres trenes de lavado, una panadería, el edificio de correo y telégrafo, un tostadero de café y tres carnicerías.
Las pérdidas fueron calculadas en medio millón de pesos que para aquel entonces eran cifras mayores. Dentro de las ruinas de un local cercano al Bar Hatuey, se encontró el cadáver de un hombre carbonizado y con un disparo en la frente, a un lado su perro de la raza Pastor Alemán.
Si el gallego despechado Francisco Álvarez, cuyo amor no correspondido por “Ana la Polaca” hubiese practicado aquella olímpica paciencia del colombiano Florentino Ariza, (personaje de El Amor en los tiempos del Cólera) tal vez Vertientes no se hubiese consumido en un voraz incendio y esta crónica periodística hablaría, más que de un siniestro, de una singular historia de amor.
Un beso para kike.
Luis Enrique, como siempre nos sorpendes con las historias de tu querido Vertientes. Gracias por esta estampa que tiene el valor del recuerdo y la memoria, así como la huella inconfundible de un lugareño como tú, apegado a tu tierra de la palabra al verbo.