Siempre la Escuela al Campo fue motivo de polémica para contadas familias cubanas. Algunos padres se rehusaron a que sus hijos se alejaran del hogar, pues no aceptaban el mero pretexto de que aprendieran a trabajar la tierra.

Enfermedades certificadas, psicotraumas infantiles de última hora y hasta pertenecer a cierta “religión” eran las fórmulas para esquivar esta modalidad que vincula el estudio con el trabajo.

Recuerdo algunas muchachas que se aseaban con ropa y bien entrada la noche por temor a ser vistas en los baños públicos, algunos ladronzuelos de comida y los jornales diarios que, para los flacuchos y debilitos, resultaban un poco duros.

Conocí algunos personajillos que iban del “cacique” al mirahueco, la virgen y el guataca, hasta el blandito y el tambuchero, y no me tiembla la mano en el keyboard para mencionar algunas estudiantes que, a hurtadillas, dormían con profesores.

Todos y otros anónimos actores engrosan el arsenal de historias que se tejen en una escuela al campo lejos de casa, donde se alumbra con candil, se come poquito y se suda en el campo.

Esta cuartilla se me ocurrió luego de mi visita al campamento de la cooperativa cañera “San Pablo”, donde más de trescientos jóvenes de noveno grado han ingresado alrededor de 11 mil pesos, cifra que será empleada como aporte del sector educacional a los recursos que invierte el estado.

Por este y otros signos alentadores de hoy y de ayer, creo entonces que quedó claro: no soy un detractor del plan Escuela al Campo, aunque reconozco que muchos pueden estar en total desacuerdo con el rescate de esta alternativa, devenido intento para acercar los jóvenes a la tierra y enamorarlos de las no tan atractivas especialidades agropecuarias.


10 thoughts on “Escuela al campo”
  1. Muy bueno el articulo sobre la escuela al campo, me hace recordar aquellos tiempo en que yo parrticepe en la misma en el año de la zafra de los 10 millones en Cuba.

  2. Enrique me parece bien que hayas escrito sobre las escuelas al campo, pues es cierto que en ocasiones las familias se oponen, sin embargo es algo muy educativo para los hijos, pues además de aprender labores agrícolas, compartes y te diviertes con tus compañeros de aula…

  3. Bien … no le pongo el superlativo porque va implícito. No me gustaba el trabajo pero le perdí el miedo allí. También me gustaba la libertad y la independencia. Cultivando tomates y enamorando muchachitas entre surcos. Haciéndole el trabajo a la que me favorecía para que no se me cansara muy temprano por la noche ;-), (variante infantil de la cortesía!!!).

    Por supuesto que las condiciones hacían más traumática la experiencia, pero al final, resulta más difícil con los años librarse de las “comodidades” del hogar y la sobreprotección de nuestros padres.

    El argumento de muchos es que no quieren que sus hijos pasen trabajo, que con el que ellos pasaron fue sufieciente, pero cuando no estén, que en algún momento será, la mayoría de las veces es tarde para empezar.

  4. -En el ano 1970 cuando se creo lo de las Escuelas al Campo yo me encontraba en las C.J.C,(Colunas Juvenil del Centenario) en el central 1 de enero antiguo( Violeta).donde teniamos un pequeno centro hospitalario, para darle servisios a los intengrantes de nuestro contingente, fungia yo alli como Sanitario Mayor, reunia ciertos conocimientos de los primeros auxilios,y se nos agrego por las condiciones creadas en nuestra unidad a los primeros alumnos de este poblado,la experiencia fue muy sastifactoria en todos los sentidos.
    -Columnistas,alumnos y profesores compartiamos en diversas actividades y algunos que otros llegamos mas alla de lo esperado,pues surgieron muchas amistades,que algunas llegaron mas alla ,pues existieron hasta matrimonios,que perduran hasta hoy en dia luego de tantos anos.

  5. Benditas escuelas al campo aquellas, las d emi tiempo, no sé las de hoy como serán, pero a las que viví, las retratastes, a pesar del tiempo trancurridos, mejor final ni pensarlo, atrevido, pero seguro, eso es loq eu se necesita de los periodistas que cursaron el Diplomado Internacional de Periodismo curso 2009-2010, el mejor de todos jajajaja, sigue así y contactándome para poder intercambiar, ahora ya sé como ingresar a tu blog.
    Un abrazo desde la ciudad d elos portales.

  6. Muy bueno el artículo. Faltan sin dudas cosas. Soy un temba, por lo tanto participé en la primera movilización, en la secundaria. Después en el instituto fui machetero en varias zafras. Machetero de setecientas “se te sienta”, pero creo que la sumatoria estaba en la experiencia, la vida en colectivo, conocer otras cosas alejadas de los adoquines de la Villa Principeña. Recuerdo que en una de ellas vinieron a Camaguey becados de La Habana y otras provincias. En la zafra del 70 era soldado , pues en el Instituto de la Caña, se pasaba el SMO, y me prepararon como normador, tarea que realicé en un centro de acopio en Morón. Las fuerzas de corte de caña eran de las Divisiones de Infanteria y yo descargaba a mayores y capitanes sobre la entrega de caña, esa era mi responsabilidad. El jefe de acopio me decía el día q

  7. Muy bueno el artículo. Faltan sin dudas cosas. Soy un temba, por lo tanto participé en la primera movilización, en la secundaria. Después en el instituto fui machetero en varias zafras. Machetero de setecientas “se te sienta”, pero creo que la sumatoria estaba en la experiencia, la vida en colectivo, conocer otras cosas alejadas de los adoquines de la Villa Principeña. Recuerdo que en una de ellas vinieron a Camaguey becados de La Habana y otras provincias. En la zafra del 70 era soldado , pues en el Instituto de la Caña, se pasaba el SMO, y me prepararon como normador, tarea que realicé en un centro de acopio en Morón. Las fuerzas de corte de caña eran de las Divisiones de Infanteria y yo descargaba a mayores y capitanes sobre la entrega de caña, esa era mi responsabilidad. El jefe de acopio me decía el día que se enteraran que era recluta, me mandaan para una brigada. Creo que son buenas las movilizaciones al campo. Tengo dos hijos y a ellos los estimulé en participar y ellos asprendieron también algo nuevo en su vida

  8. Que bonito hermano, la escuela al campo tienen los mejores capítulos de las aventuras que tienen los chavales a desde los 12 a los 15 años…
    A mi me encantó poder pasarlas, aprendí muchas cosas, también hice muchas maldades, pues siempre fui del grupo de los más traviesos.
    Recuerdo que por lo intrépido que era, por así llamarlo, poseo muchas anécdotas de estas odiseas que se viven en la secundaria básica…
    Recuerdo una muy loca, fue en la escuela al campo en el año 91, en el poblado de “Los Toros”. Allí tuve una de las anécdotas más locas de mi infancia.
    Fue en 9no grado, recuerdo que me lancé desde un el copo de un molino de vientos, por el precio de tan solo 1 bandeja de comida jajajajaaa, que locura. Al caer sobre un montón de paja de caña, me metí las rodillas en la frente, que perdí el conocimiento por 5 minutos jajajajaaj que locura… y todo para demostrar que no tenía miedo al hacerlo, no por la comida, sino para mostrar mi valor…
    Son las cosas que se hacen en esa edad y que luego no se olvidan…
    Recuerdo que siempre memorizo esa fecha, con una canción, que hicimos la peña de amigos… la letra decía algo así a ritmo de rumba:

    En el año 91,
    yo fui a la escuela la campo,
    Nos daban solo he comía,
    Arroz, sardina y boniato,
    El cocinero era pato,
    y era primo de Varona,
    Que le metió la …..
    Por solo una par de zapatos.

    En fin, la vida es toda una aventura, y las escuelas al campo, tan solo uno de los capítulos más interesantes…
    Nos vemos…

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