Si puedes andar varias horas,
conversar, reírte a carcajadas,
sin preocuparte del reloj,
de que se hace tarde, muy tarde,
sin temer el arribo de la medianoche…
Si puedes ver la mitad vacía de tu cama
sin desvelarte,
con el teléfono y el fax desconectados…
Si puedes sentir la alegría
carente de motivo, la alegría pura,
y no temes al miedo de aceptar
la relación de tu cuerpo
con el espejo del cuarto al levantarte…
Si con dócil euforia
conjeturas el porvenir,
y puedes mirar sin ver
realmente, las ciudades y los puentes,
el paisaje que conociste,
y recordar antiguos caminos
sin severidad ni nostálgico…
Si puedes llegar a creer
que serás -o ya eres-
displicente, tranquilo,
de un modo sabio…
Podrás, siendo así,
sin lamento, rubor
ni autoengaño,
podrás decir:
finalmente, estoy solo.
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Lea además:
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En el barrio chino, un poema de Miguel Barnet
IMPRESIONANTE. ACIERTAS SIEMPRE, KIKE.
Estás ahí, mi tío querido? Un abrazo inmenso.