El rito de cortarse el cabello paréceme un acto de fidelidad. De pequeño recuerdo que me llevaban al salón y casi siempre iba a parar a las manos de Grisel, una morena que trabajaba allá en el fondo y que, al parecer, tenía cierta química con los niños.
A la entrada, sin embargo, siempre preguntaban “¿con quién quieres?” y entonces hacía un paneo rápido a los barberos de turno. Era ese el momento de la decisión, pero yo, influenciado por mi Madre, me iba con la buena conocida, aunque reconozco que muchos de mi edad ponían a cualquiera en el ticket.
Poco a poco los tiempos fueron cambiando. La barbería desapareció y con ella los talcos, las tablitas para aupar los nenes, los productos y los etcéteras. Si antes costaba ochenta centavos un corte normal, con agüita caliente para el afeitado y silloncito reclinable, el precio ahora en Cuba oscila entre 5 y 10 pesos, al menos en establecimientos particulares, ¿dónde si no?
Aunque muchos optaron por pedir ayuda a familiares aficionados o aprendieron a manipular máquinas importadas del exterior con tal de ahorrarse unos pesos, lo más común es ir con un fígaro que trabaje en su propia casa. Tata, Corzo, Castro y Pacho fueron algunos nombres que hicieron de las suyas con mi pelo y quedaron en el recuerdo, al igual que algunas “cucarachas”, entiéndase chapucerías.
A Marino, mi barbero actual, lo conocí en tiempos de recluta y desde aquel momento, año 1994, cuando tuve que ingresar al Servicio Militar, jamás lo he “traicionado”. Confieso que tiene sus malas pulgas, pero ya con él voy para más de diez años y no me preocupo por encontrar sustituto o sustituta.
El, mejor que yo, puede dar fe de esa constancia, pues su pequeño local es frecuentado, sobre todo los fines de semana, por médicos, estudiantes, militares, literatos, abogados y políticos de la localidad, vaya lo que se dice “pueblo en general”.
Casi seguro que todos ellos estarán de acuerdo conmigo en que la fidelidad no es patrimonio solo de los Tristán y las Isoldas, de los Romeos y las Julietas, de los patriotas y los kamikazes, también es una actitud y aptitud que se ejemplifica en ese ritual de cada mes, que desde los tiempos de Matusalén solo es posible con tijeras y peines de por medio.
Definitivamente, tienes una forma espectacular de hacernos “volar” en el tiempo y en el espacio.
Imaginé a “Luisito” en su primera experiencia, luego en el servicio militar (empezando a ser hombre) y ahora que lo conozco, aunque pareciera que no visita tan seguido a Marino, debo confesar que (al menos por la obra reflejada en usted) se evidencia que hace un muy buen trabajo…jejeje
Marino es uno de los mejores barberos de Vtes en todos los tiempos
La fidelidad es genetica; si te abandona siempre sera por fuerzas mayores que no se nombran… Yo soy fiel a mi barbera desde hace 35 anios: ella es mi mujer, si, Maria del Carmen. Lindo comentario, suave y fresco, tanto que hasta aqui en Mi-ami me llega el olor de las barberias que fueron de otros y patrimonio de todos. Honor a los barberos y barberas de Vertientes.
De pequeño fui gardeado, para sentarme en ese sillón con una tabla en el medio para que el niño creciera, yo nací en el 90 así que nunca ví el agua calentita, ni el sillón reclinable ni mucho menos los centavos. Por eso VIVA LA MELENA.
-Muy buena CRONICA por mi parte me haces recordar a mi terruno alla en RANCHUELO , VILLA CLARA, lo mio si fue una gran tragedia, nunca lo he podido olvidar ,desde entoces detesto a todo lo que me huela a Barberia, tenia entoces yo siete anos de edad, que por obra y gracias de mi abuela parterna, me quede con melena ,dede que naci, por una promesa ,ya que durante los primeros meses de nacido fue aquello muy mal para mi, entre la vida y la muerte. -.gracias a esa promesa cuentan mis padres estoy vivo, que ODIO TAN GRANDE hacia los barberos, tan es asi que ya tengo los 65 y sigo odiando las barberias.-lo cierto es que aquello fue un gran trauma para mi, siempre lo recuerdo pues hasta piedras tire al VicenteAgues ,que luego de adulto fue para mi un gran hombre. asi como sus dos hijos.
Es la primera vez que leo tus trabajos y creo que tienes madera. Creo que eres capaz de hacer que el lector se abstraiga. No es cumplido ni mucho menos pero la forma tuya de escribir me gusta mucho, eres fuerte y directo, nunca cambies.