Escrito por Eric Caraballoso Díaz (Foto: István Ojeda Bello)
Que conste que esto es una encerrona. Acabo de levantarme de la cama, a pocas horas de partir para Santiago de Cuba, y Luis Enrique me repite su orden inapelable. Quiere que escriba algo sobre el encuentro acerca del periódico estudiantil UniversitariO –así, con O mayúscula al final-, que acabamos de celebrar en la ciudad de Las Tunas.
Le advierto que con el sueño todavía sobre las pestañas no es recomendable escribir algo pretendidamente objetivo; pero él insiste. A fin de cuentas, me convence, es difícil hablar con objetividad sobre un tema que implica sentimentalmente a tantas personas.
Tiene razón Kike. Para todos los que de una forma u otra estuvimos relacionados con aquella magnífica experiencia que fue el UniversitariO, no hay objetividad posible. Si tenía alguna duda sobre eso, la despejé este sábado en la sede de la Unión de Periodistas de Las Tunas. Todos los que estuvimos allí –que no fuimos todos los que deberíamos, ¿verdad, Abdiel?- hablamos desde la emotividad, desde el sentimiento. Ni siquiera el lúcido István Ojeda, hoy redactor del semanario tunero 26, pudo evitar la desbordada satisfacción de lo subjetivo.
Tres generaciones, o en verdad cuatro, del periódico estudiantil de la Universidad de Oriente, coincidimos este fin de semana en la tierra del Cucalambé. Y el común denominador de nuestra charla no fue la nostalgia llorona por lo perdido –para los que no lo saben, una vez que terminábamos la carrera debíamos pasar el batón del periódico a una nueva hornada de futuros periodistas-, sino la alegría de lo vivido en la universidad santiaguera.
Para muchos de los que pasamos por el periódico, entre los que me incluyo, los momentos que le dedicamos fueron los mejores de nuestra formación, académica y también personal. En el UniversitariO nos hicimos mejores periodistas, pulimos nuestro verbo y aprendimos sobre la presión del cierre más que en las prácticas laborales. Y también nos hicimos grandes amigos. Cada generación que habló, desde sus voceros presentes en el encuentro de Las Tunas, coincidió en esto.
Podría decir mucho sobre lo que hicimos este sábado, sobre lo que disfrutamos y compartimos. Pero llenaría cuartillas y cuartillas que poco aportarían a los no implicados y pondrían verdes de la envidia a los que dijeron que venían y no vinieron, ¿verdad, Daynet? Y esa no es la idea. A fin de cuentas, ya se aprobó un nuevo encuentro, y se le otorgó la sede de forma inapelable a la ciudad de Holguín.
Sí quiero agradecer infinitamente a los anfitriones –que bien cocinan, vaya, Ana Isa-, encabezados por el rostro del deporte tunero, el ya no tan delgado Dúbler Vázquez. Él, su girlfriend, el bueno de István –ya conocimos a su niña- y Susi de la Peña, con la complicidad de la Unión de Periodistas local, le han puesto alta la parada a los holguineros.
De lo demás: del video que hizo Luis Enrique, de las caricaturas de ovejas que me obligaron a hacer; de las cosas de Claudia, la hija de Daicar y Leandro –la parejita del Adelante de Camagüey- que inexplicablemente le dice tío y no abuelo a Luis; de lo rápido que se fueron de la fiesta Mandy y Dianet, los muchachos de la última generación del periódico, conocidos como los incendiarios; de los zapateros dados en el dominó entre tuneros, camagüeyanos y holguineras; de lo bonita que se ve la K(arina) Marrón con su peladito nuevo y lo empegotado que quedó su congrí, y de lo poco que bailamos todos en la villa Big V (Vázquez-Vidal); de todo eso y más le toca escribir al propio Luis Enrique. Yo ya terminé. Después de todo, esto fue una encerrona y no es recomendable escribir algo pretendidamente objetivo con el sueño todavía sobre las pestañas.
Me hubiera encantado compartir con ustedes pero tomé el camino contrario a Santiago, en un lugar también rodeado de montañas, aunque menos cálido, y donde nuestro periódico universitario lleva el nombre de El Criollito. En Santa Clara empezaron las primeras notas y los primeros amigos, lo más importante para cruzar palabras en estas líneas que, tanto en el centro como el oriente de Cuba, la memoria insiste en seguir reportando y publicando.
Ah, Yane, supe de El Criollo y de los intentos por rescatarlo. Yo llevé a este encuentro en Las Tunas un ejemplar de Graffiti, publicación de la Facultad de Comunicación de La Habana. El común denominador es que casi todas las publicaciones han desaparecido, fundamentalmente en el formato impreso. Nuestro “periodiquito” también, pese a los intentos de llevarlo adelante. No sé lo que suceda en Camagüey, sería bueno hacer algo en aquella Casa de Estudios que no sea estrictamente digital.
Hola Luisi, me ha dado mucha alegría y a la vez nostalgia al leer estas líneas de Eric. Me alegra que se sigan reuniendo, que matengan esa unión y que sigan añorando al UniveristariO, a la UO, a los edificios E y F (luego la sede Mella), al laboratorio de computación (gracias a los escándalos que di en todas las tribunas), y a Santiago de Cuba, esa mágica ciudad de la cual me quedan excelentes recuerdos vividos al lado de todos ustedes, de los míos, y de los santiagueros que desde siempre fueron hospitalarios.
Este 2011 mi grupo cumple 1 década de graduados. Comenzamos 25 en septiembre de 1996 y terminamos 17 en julio de 2001. desgraciadamente nuestro amigo Félix se nos fue de la tierra antes de tiempo, y los que aún mantenemos la comunicación, nos hemos distanciado un poco, y eso que cuando estudiábamos era el año más unido de la carrera, pero así es la vida, después de graduados cada cual por su rumbo, incluso hay quienes más nunca he visto…
Felicidades a ti, a Eric y a todos los que estuvieron en Las Tunas, y a los que de seguro se reunirán en Holguín. Espero que para la próxima me inviten y si estoy disponible o estoy en Cuba de seguro que iré al reencuentro con ustedes. Me gustaría volver a ver las mismas caras (aunque el tiempo no perdona)….
Un fuerte abrazo a todos…. los quiero y recuerdo.
Mayol
Linda crónica, o como se le llame, Eric. Pincante y bien escrita. Linda publicación en tu blog, Kike amigo, que ya me gusta un poco más porque me suena menos forzado, y más humano.
Lo cierto es que ese UniversitariO figura, sin reservas, entre lo más recordable y agradecible de mi período en Santiago de Cuba: más por el ambiente enrarecido de amistad y exigencia, que incluso por aprendizaje estrictamente hablando. Aunque eso, uno lo note después.
Me vale de todas formas dar gracias a quienes antes de mí lo fundaron (tú entre ellos, Luis Enrique), a quienes me dejaron poner un par de artículos imperfectos y polémicos en él (Dubler, István, Karina…), y a las generaciones siguientes que tengo fe en que no lo dejen morir.
Saludos de otro que pasó por allí.