La estirpe del gran sonero
fue abonada en la simiente
con guarapo y aguardiente
en su terruño lajero.
No se vislumbraba alojamiento para nosotros en Santa Isabel de las Lajas. El ranchón estaba colmado con invitados VIP de Cultura municipal y el antiguo ingenio del venezolano Don Tomás Terry parecía el lugar ideal.
Y así fue. En la villa, alejada de Lajas como a 4 kilómetros, nos esperaba el carpetero que se entretenía reparando una máquina de coser.
Nuestra “suite” tenía aire acondicionado, televisor en colores, nevera y dos camas, agua corriente, espejo y mesita de noche. No trajimos jabón y el encargado nos prestó un “Batey” nuevecito que olía a rayo, pero que nos ayudaba con la higiene.
Cenamos y en la noche cogimos botella hasta Lajas. En el trayecto se ven los cañaverales al lado de la carretera y, del otro lado, unas tierras sin plantar. Se supone que las actividades en recordación a la muerte de Benny Moré se extenderían hasta la medianoche, pero no fue así. La quietud reinaba.
Llegamos tarde a la exhibición del documental “Con la misma pasión”, de Constante Diego. Caminamos todo el pueblo, tomamos helado y nos sentamos en el parque. Allí, al lado de la estatua del coronel Serapio Simeon Armenteros, abuelo de Benny y combatiente de las guerras de 1868 y 1895, vimos a Ignacio Agramonte y Loynaz.
“Allá abajo no hay bailable hasta más tarde”, nos dijo una muchacha con piercing y nos recomendó regresar. La verdad que nos aburrimos en medio de tantas pasarelas de adolescentes. Sobrevino entonces el regreso en máquina de alquiler, pagando 60 pesos por apenas unos kilómetros.
Nos dejaron a la entrada del batey. Poco a poco vimos las dos torres sin humo y la gente sentada en el borde de las aceras, claras señales de que ya estábamos en Ciudad Caracas, un central paralizado que conserva su nombre original y la esperanza de una próxima molienda, como en mi natal Vertientes.
Tomé el jabón aquel y me lavé las manos, hice inventario de la aburrida travesía nocturna y me fui quedando dormido, mientras recordaba a Bartolo en el piso de azúcar del central Vertientes y cortando caña en la colonia Guano Alto junto a su hermano Teo.
A la mañana siguiente desperté con la rara certeza de sentirme como en casa.
Vaya historia para mi día de cumpleaños!!
Podemos ir a Ciudad Caracas??
Podemos invitar a Leandro, Dai, la Clau y a todo el que se te ocurra…
Ciudad Caracas se parece mucho a Vertientes, es una empresa azucarera que tiene la esperanza de otra molienda. Está un poco lejos del pueblo, a unos 3 kilómetros, cuando quieras podemos ir y espero que haya cama para tanta gente. Un abrazo y te deseo una feliz conexión. Un día voy a escribir sobre Arollo Naranjo, aunque me faltan datos para el texto.