“No me queda mas remedio que cargar contigo”, le dijo ella mientras sostenía en su mano derecha aquel regalo de Dios. La miraba una y otra vez, comparaba con el par de zapatos viejos y decía para sí: ¡no puede ser, no puede ser!

Sin embargo, volvía a vérsele alegre y húmeda con la espada -acaso diminuta- que noche tras noche entraba en su vientre.

No podía creerlo, pero se lo decían su boca y su sexo, se lo gritaban al unísono. En el pueblo nadie quiso entenderla.  Nunca ninguna mujer fue feliz con una cosita de diecisiete centímetros.

One thought on “Carne de amor que se hincha”
  1. Luis que vas a dejar sin pincha a Bukowsky. Hay un cuento de él que se llama “15 cm”, que el tuyo me hizo recordar. También me rocordó otro que leí de Salinger, se llama “Un día perfecto para el pez plátano”.

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