Bartolo no conoció a Silvestre; María Teresa Vera mucho menos a aquel militar español de nombre Urbano; la madre de Mario Pérez fue sola al juzgado a inscribir al niño, mi amigo Orestes sustituye “González” por una tímida “G” y Victor Mesa, como los anteriores, desdeñó el apellido paterno.
Desde el cielo –o el infierno- Aretino (nos) mira a todos, arrepentido por tanto despadre universal. Yo rezo para que no les suceda lo mismo a mi Daniela y mi Leonardo.