Dicen los cronistas de la época que los primeros carnavales en Vertientes fueron por allá por el año 1953. Fue Gilfredo Milián, alias “Mandarria”, quien coordinó con los comerciantes del poblado para hacer realidad los primeros festejos.
Trompetista e integrante de diversas agrupaciones musicales, este promotor cultural aunó esfuerzos para dar vida a las primeras congas y comparsas. Lo cuenta Victor Giraldo Yero, miembro de la Unión Nacional de Historiadores.
“Mandarria supo apoyarse en el talento de la localidad. Tomaron fuerza la comparsa Las Africanas de Elba Luna, Doce Cascabeles, de Chicha Gallardo y una conga bautizada como La Gigante, bajo la dirección de Fermin Scull y Rolando Griñan”
Por aquel entonces el jolgorio se enmarcaba entre el 14 y el 29 de junio, día de San Pablo y San Pedro. Vertientes era solo un barrio de la provincia de Camaguey con muy poca autonomía, de ahí que fuese necesario reunir un movimiento cultural.
“Las carrozas venían de la provincia, todas patrocinadas por firmas cerveceras. El trayecto del carnaval era prácticamente el mismo de nuestros días: desde el bar Pastor Pérez hasta la calle Paseo.”, añade Victor Giraldo, hoy con una columna radial en la emisora del territorio.
En esta primera etapa los disfraces eran algo distintivo, se escogían las Reinas del Carnaval, las calles se adornaban y la disciplina era impuesta por la Guardia Rural, que con aquellos machetes conocidos por “paraguayos”, repartía planazos a los desobedientes.
A más de medio siglo, otros son los rasgos distintivos de la festividad que marcó un hito en la vida de los lugareños, con míseros jornales en la colonia cañera propiedad de la Vertientes Sugar Company.
Imperfecciones y carencias aparte, las Fiestas Populares de hoy día son resultado del esfuerzo colectivo y oportunidad para que los trabajadores de a pie celebren un año de esfuerzo, sin que medien afanes mercantilistas, discriminaciones y plan de machete.
Bastaría un solo ejemplo: la Casa Pérez, establecimiento de aquel lejano 1953, tenía una especie de cordel que delimitaba dónde bailaban los negros y dónde los blancos. Poco a poco se fueron entremezclando las razas, primó la alegría y aquella soga no se puso más.
Mandarria, trompeta en mano, nunca lo sospechó. La anécdota, quizá insignificante, era el preludio de otros Carnavales que estaban por llegar.
De la soga no me acuerdo, ni jamás la oí mencionar. Pero si Mandarria fue capaz de proclamarse promotor cultural, aunar comerciantes y conseguir que “señoras y señoritas de bien”, como las que integraban la comparsa de Chicha Gallardo, salieran a bailar en las calles junto a las congas y otras comparsas, la historia de la soga sobra en tu título…, recuerdo muy bien uno de los bailes de esa comparsa “La Múcura”.
Del plan de machete, no vale la pena hablar, ¿ahora cómo lo hacen para controlar el orden?.
¿Mercantilismo antes?, y ahora peor, ¿no ponen los catres ya?.
Las carrozas venían de La Habana, recuerdo haber fisgoneado, en la casa de Domingo Unzueta, hoy clínica dental, cómo se vestían y maquillaban las mulatas de la cerveza Hatuey antes de subirse a su carroza. A propósito, ¿tu soga de la casa Pérez era para ellas también?.
Los disfraces era lo más pintoresco de la fiesta, los prohibieron al inicio de la revolución.
Usted parece que tiene amnesia y no recuerda “las sogas invisibles” en los hoteles cubanos hatsa hace muy poco, ni la que aún continúa con la doble moneda…