Imagen“Olvida esa jeva. Búscate una negra que dicen que da suerte”
(Leonel Valdés en “Un rey en la Habana”)

para Olga Ofelia

Loraine nació en el Hospital “Ana Betancourt”, en pleno San Juan Camagüeyano. Eran las 11:30 pm y se iba la luz eléctrica en el salón de parto, cuando la beba vino al mundo con ¡diez libras de peso!

Mamá no tenía leche para darle, las dificultades en el preparto y el stress hicieron que la “pequeña” se quedara con las ganas.

Una negra delgada, de pelo corto y con abundante leche materna le dijo con dulzura a la recién parida “Ven, no está llena del todo”. La niña se prendió de su teta y chupaba feliz, mientras corrían los días de junio de 1999.

A mi me sucedió lo que a Loraine. Dice mi Madre que una mujer que compartía lugar en la sala de obstetricia del Hospital de Florida, se brindó para que yo mamara pues mi progenitora solo tenía un “agüita” insuficiente.

Mamá no recuerda muchos datos de aquella buena samaritana. Solo que era una mulata alta que parió por cesárea un par de mellizos con bajo peso. Decía “al niño cada vez que quiera”, confiada también en que sus gemelos saldrían pronto de la incubadora.

Después de mamar dos o tres veces al día, el Luis Enriquito de entonces se dormía profundamente.

Hoy, al cabo de tantos años alejado de la lactancia materna, no se me ocurre otra mejor hipótesis para explicar el origen de semejante “adicción”.

 

 

7 thoughts on “Amor de Mulata”
  1. Bueno, Kike, no lo vas a creer: a mí me salvó una llegua recién parida en la finca “Tres hermanos” de los Madrazo. Mi tío Tirso ordeñaba a su llegua cada tres horas y gracias a él y a esa bella y santa llegua aquí estoy dando guerra con mis 66, pues iba a desencarnar, porque todas las leches me daban vómito y diarrea. Tengo que ir a Vertientes, a la finca de los Madrazo, si todavía queda algo de ella, para hacerle una estatua a mi santa llegua.

    1. Ja, Ja, Ja, Milton de lo que uno se entera. Un abrazo de 2014 que estés bien con tu familia y que pronto compres el ticket a Camagüey!

      1. Kike, voy a comprar el tique para Camagüey cuando terminen “El Puente invisible” y tal vez no vaya en avión, sino en mi bicicleta niágara que dejé estacionada en la entrada al puente, que está sobre el techo de mi casa, después de mi primer viaje que quedó inconcluso porque no lo habían terminado y casi caigo por el precipicio, pero los espíritus que me asisten, me avisaron a tiempo. Saludos y un feliz 2014 para ti y para mi inolvidable pueblo.

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